Infinitas.
Combinaciones posibles, igual. Pero dentro tienes la idea buena. No tiene por
qué salir de la cabeza, ni tener que estar definida. Puede que incluso creas
desconocerla. Todo a su tiempo.
¿Lápiz o
pincel? Se van presentando distintas
opciones. Tenemos ideas flexibles, suaves, que se disuelven en agua, y se secan
rápido. Acuarelas. Sencillas, no para todo el mundo. Los trazos pueden ser casi
transparentes, pero definitivos.
Por otro
lado, pensamientos atrevidos, brillantes, óleos que llenan un lienzo en blanco.
Colores espesos, pero esta vez el agua no es una opción. Pasos con trementina,
tonos más vulnerables. Cuando confías, y apuestas, las decisiones son de
linaza. Aun así, cualquier error puede taparse. La pintura cicatriza mejor
cuanto mayor es la espera. ¿Quién prefiere que la segunda y nueva capa se
mezcle con una herida abierta?
El aceite
demora el acabado final. Pero el tiempo de respuesta es mayor. Texturas,
ilusiones que son finas, delicadas; o gruesas y estables. A veces pueden
parecer aleatorias, pero esconden la precisión, y determinación, detrás. Los
toques finales quizá es lo que lleve más tiempo. En los detalles está la
perfección. Por ello, qué difícil es saberse acabado.
Por mucho
que se diga, la técnica no se aprende, se cultiva. Las ideas nacen, y crecen.
Las decisiones las hacen reales. A veces meditadas, a veces no. Un artista no
puede arrepentirse de sus obras. Son parte de sí. Impulso voluntario o no, la
idea estaba primero, y era suya. No valen las excusas, solo pararse, contemplar
el resultado, incluida la paleta de mil colores mezclados, sonreír satisfecho,
y firmar. C'est fini.
Palabras bonitas a la par que sinceras <3
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