> Sempervirens: enero 2017

18 ene 2017

Juego de dos, uno en juego.

Él madruga, igual que el frío en enero. Lleva las decisiones de hoy a la espalda, que brillan con el reflejo del sol. Los pies se hunden porque el terreno está mojado. Pero es suelo conocido, y las botas son confiadas.
Ella también ha madrugado. Pero, aún en la cama, sigue escondida. El camuflaje es su aliado, hasta cierto punto. No se mueve, no quiere miradas ni atención. Y pasa desapercibida. No para todo el mundo. Él ha puesto la mira en ella.
Avanza, despacio, para intentar no levantarla. Sus mejores recursos caminan con él, a su lado, obedientes. Y la certeza de que será un buen día sobrevuela el cielo. Sin saber bien cómo, sin querer-evitarlo, han entrado en juego. 
Ella cree jugar por encima. Se arriesga. En el fondo, está asustada. Espera, aguarda, hasta el último segundo. Sabe que él ha contenido la respiración, lo siente cerca. Un escalofrío le advierte, erizándole la piel, y el pulso se acelera.
Él también lo nota. El tiempo parece haberse parado.
Se siente desprotegida. La han pillado donde más segura creía estar, en terreno llano. Pero ya-no. Aun así, no deja verse insegura. Todavía juega en casa. Y la partida no ha hecho más que empezar.
Él la ve salir corriendo. Esperaba, y ha sido inesperado. Tan rápida, elegante y ágil. Vuelve a jugar con ventaja, pero él tampoco se rinde. Su instinto empieza la carrera.
Durante un momento, juegan a esquivarse. A ella se le da bien, siempre lo hace. Todo es muy rápido. Las emociones van de un lado a otro, haciendo quiebros. Tropezándose. Él persiste. A ella le gustaría.
Una carrera que dura segundos. Parece, sin embargo, que de nuevo el tiempo se ha detenido. La respiración se ha vuelto a contener. No hay sonido más que el bombeo de dos corazones agitados. Hasta que se oye el primer jadeo. 
Ella está cansada. Pero sigue corriendo, no quiere que la atrape.
Él sabe que le pisa los talones, la huele, ve a su instinto ganar terreno y casi la saborea. Nota el final. Último esprín.
Ella está desubicada. Expuesta. Palos de ciego, corriendo sin ver salida. Ya ha jugado su mejor ficha, y ha perdido. Él la ha cazado.
La luz se apaga. Ya solo bombea un corazón, cansado.
Él se agacha, la coge en brazos, y el sol hace un guiño. El tiempo fluye, y la respiración vuelve a su cauce. 















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8 ene 2017

OPTIONS

Infinitas. Combinaciones posibles, igual. Pero dentro tienes la idea buena. No tiene por qué salir de la cabeza, ni tener que estar definida. Puede que incluso creas desconocerla. Todo a su tiempo.
¿Lápiz o pincel?  Se van presentando distintas opciones. Tenemos ideas flexibles, suaves, que se disuelven en agua, y se secan rápido. Acuarelas. Sencillas, no para todo el mundo. Los trazos pueden ser casi transparentes, pero definitivos.
Por otro lado, pensamientos atrevidos, brillantes, óleos que llenan un lienzo en blanco. Colores espesos, pero esta vez el agua no es una opción. Pasos con trementina, tonos más vulnerables. Cuando confías, y apuestas, las decisiones son de linaza. Aun así, cualquier error puede taparse. La pintura cicatriza mejor cuanto mayor es la espera. ¿Quién prefiere que la segunda y nueva capa se mezcle con una herida abierta?
El aceite demora el acabado final. Pero el tiempo de respuesta es mayor. Texturas, ilusiones que son finas, delicadas; o gruesas y estables. A veces pueden parecer aleatorias, pero esconden la precisión, y determinación, detrás. Los toques finales quizá es lo que lleve más tiempo. En los detalles está la perfección. Por ello, qué difícil es saberse acabado.

Por mucho que se diga, la técnica no se aprende, se cultiva. Las ideas nacen, y crecen. Las decisiones las hacen reales. A veces meditadas, a veces no. Un artista no puede arrepentirse de sus obras. Son parte de sí. Impulso voluntario o no, la idea estaba primero, y era suya. No valen las excusas, solo pararse, contemplar el resultado, incluida la paleta de mil colores mezclados, sonreír satisfecho, y firmar. C'est fini.