La nostalgia del calor cae con las últimas hojas que,
perezosas, no quieren aceptar todavía el cambio de estación. Resignadas se
dejan vencer por el viento, ése que hiela el corazón. Recuerdos amontonados,
barridos por la esperanza de una nueva primavera. Los días tristes se estrenan
y la música no parece la misma. Silencio, viene bien, pero no demasiado.
Apetecen sonrisas cálidas, que guardan resquicios del ayer.
Un otoño para acostumbrarse y aun así, me sigue costando
asimilar que los días fríos también pueden ser soleados.